Cae la luna
en un lago anochecido
y mi huída es invadida
por un silencio acerbo y frío.
Encrucijandos peldaños
me alejan del viento.
Tenebroso es el zumbido
de su lamento.
No le quiero oír ni escuchar;
no permitiré que altere
las manecillas de mi sentido
ni los pliegues del vestido
de mi transitoriedad.
Los grillos dan las campanadas
de un acerado despertar;
Me troquelan en cenicienta
con puntos suspensivos
y sin zapatos de cristal.
Huyo, sí...
para volverme a reencontrar;
quiero salir de estas paredes
hirvientes como la cal,
grises como el metal
y... masticar éter insólito
inmancillado...
de blanca tonalidad,
inexpurgado, sin viciar.
Viento si vienes tras de mí,
si no me dejas escapar...
si me das alcance
si me llegas a apresar...
sacrifica
la sal de mi vulnerabilidad
y ponme los rasos grilletes de
... libertad.