miércoles, 30 de abril de 2014

Y... ahora

... qué gane, no el mejor,
el que más suerte tenga.

No dormirá, esa noche, la noche de Madrid...
sea el que sea,
y al mismo cielo se alzarán copa y bengalas
despertando a las estrellas.
Las risas de unos y los llantos de los otros...
dependiendo de sus camisetas,
serán redimidos
en el pulso de Cibeles y Neptuno
en una grandiosa fiesta...

(El fútbol es así)




Chicos... ¡Portugal os espera!
-Portugal nos espera-


domingo, 20 de abril de 2014

Penélope...

















Nombrar a Penélope es acudir a sinónimos
de fe muerta y resucitada.

De ayeres
susurrados,
inciertos
y plateados.

Todos hoy, para ella,
en noches frías y serenas.

Es la llegada de ese tren
a su andén dormido
y cotidiano.
Sentir como parte,
sin haberse detenido
en las varillas de su abanico,
hacia una ciudad vacía
lejana y desconocida.

Es perderse
en la espesura negra
de una tarde invernal.
En una selva, como su garganta,
arteria enredada...
luna de sangre,
etérea y calcinada.

Ella es una espera conciliada
de Abril a Abril.
Un suspiro al alba,
sin tan siquiera despuntar,
acabada.

Penélope
es sinónimo de dilección
con la antonomasia tachada.


viernes, 18 de abril de 2014

Se fue... pero no.

Comenzó con la hojarasca e hizo un jardín florido como quien cuenta un cuento, con la bendita manía de contar sin venir a decir un discurso.

Con cien años de soledad persiguió el rastro en la nieve de la tigra y el de los ojos de perro azul. Cruzándose el relato de un náufrago con el negro que hizo esperar a los ángeles, alquilándose para soñar de amor y otros demonios, aunque el amor fuera en tiempos del cólera y el otoño del patriarca.
Feliz e indocumentado viajó por los países socialistas y se adentró en la increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada.
Y entre tanto ir y venir, entretejiendo letras... se fijó en Isabel viendo llover en Macondo.



La muerte anunciada termina llegando, pero él vivirá para siempre en nuestros ojos, en nuestros sentidos... haciendo vibrar nuestros corazones.


El escritor, cuyas novelas y cuentos mostraron a decenas de millones de lectores las pasiones, supersticiones, violencia e inquietudes de América Latina, ha fallecido en Jueves Santo, tal y como le ocurrió a Úrsula Iguarán, ("Amaneció muerta el jueves santo"),
uno de los personajes centrales de la que es considerada su obra cumbre: "Cien años de soledad".


Gabriel García Márquez.
(Gabo)
Aracataca, Colombia, 6 de Marzo de 1927 - México, D.F.,17 de Abril de 2014.






domingo, 13 de abril de 2014

Savia...



Cuando se rompe el olvido
vuelan las letras lejos de mis lugares.
Pero a día de hoy caminan
con frases inconclusas
y tildes asonantes.

No soy sabia, no soy Sibila...
aunque sí poseo savia
-en la tinta de mi alma,
en el sentir de mis dedos-
que a la quietud es indócil
e impertinente al silencio.

Cuando le haga sombra a tu voz distante,
cuando vuelva a palpar tu mirada salina.
Cuando aboquen en tu boca
las hieles de mis infundadas premuras...

... Despertará!

Lo hará si comienzo a mirar despacio...
y si me detengo.
Si me detengo a mirar despacio
anegará gota a gota el expoliado tiempo.

Será ella, amasando lágrimas,
la que humedezca los resquicios vacíos
y vuelva a inundar los párrafos áridos
con rebeldes y enrevesadas palabras.

Horadará la esfera del hastío
con el halo polvoriento y tardío
y aún con el armazón calado...
la soberbia, tirana y maldita,
extenderá su manto roído
y facturará, para ti, tantos versos
como quisieran escuchar mis oídos.

domingo, 6 de abril de 2014

A veces olvido...



A veces olvido que soy libre,
y retorno a mi prisión porque yo quiero...

... Pero la piel tiene memoria,
entonces, a veces, olvido
que soy prisionera.

                                             (Mónica)



viernes, 4 de abril de 2014

Demasiado tarde...


Se confundió la transparencia de su pasión
con el rocío de la rosas azules en primavera
y su canción, desnuda, se quedó en la orilla,
de aquella playa desierta de oleaje sin fina arena.

Como hizo Alfonsina...
se vistió de mar
con la sal que destilaban sus pupilas
y mirábase detenidamente en el espejo
sobrehilando las sombras de sus dudas.

En la tormenta que embriagaba el abismo
un rayo mutiló el filo del acometido camino
y descosió la vainica que habían bordado sus pasos
encadenándola a la quietud de una vuelta repentina.

Rodaba tal silencio en la noria de aquella noche
que despertó con su revuelo su ya fiel desvelo
enterrando la penitencia de la larga ausencia
en la urna de su, aún, noble y cristalina botella.

Sabía que lo debía de hacer:
calzar su voz de sigilo,
sus pies de detenimiento
y su piel de determinación.

Se le paralizó la respiración al invocarlo.
Se le ahogó, en sangre extraña, el corazón.
Ya la cicatriz no le hería en los labios...
y se le fue desmotivando la indecisión.

Lo postergó en el mañana; ya hallaría el valor.
Nada iba a cambiar... lo sabía.
Sabiéndolo... supo, también,
después,
que no hay nada mas amargo y lamentable
que el invocalizado adiós y el...
"demasiado tarde".