domingo, 20 de abril de 2014

Penélope...

















Nombrar a Penélope es acudir a sinónimos
de fe muerta y resucitada.

De ayeres
susurrados,
inciertos
y plateados.

Todos hoy, para ella,
en noches frías y serenas.

Es la llegada de ese tren
a su andén dormido
y cotidiano.
Sentir como parte,
sin haberse detenido
en las varillas de su abanico,
hacia una ciudad vacía
lejana y desconocida.

Es perderse
en la espesura negra
de una tarde invernal.
En una selva, como su garganta,
arteria enredada...
luna de sangre,
etérea y calcinada.

Ella es una espera conciliada
de Abril a Abril.
Un suspiro al alba,
sin tan siquiera despuntar,
acabada.

Penélope
es sinónimo de dilección
con la antonomasia tachada.