sábado, 30 de agosto de 2014

Partir...















Dichosa austeridad en palabras y actos
que no desintoxica e inficiona... tanto
como el hálito de la rutina
al coexistir, seguida, tanta vida
colmando vaso, rincones y flema.

-Partir-

Pareciese que fuere llorando angustias
y nostalgias enhebrando,
pero... no.
En los raíles trota celeridad
desvirgando soberanía
con la sonrisa por dentro.

Prometiendo distancia
se han de cabalgar otros cielos...
derramándose en otro venero.

Sin dirección al tedio,
desamparando hastíos,
como quien no quiere... partir,
y el deseo es sí.

Partir ya. Éso:
emigrar...
trovando y queriendo.



jueves, 28 de agosto de 2014

Subsistencia...


Anda desorientada la clave. 
No sabe si era Do o, quizá, es Fa...
No sabe si es fábula, farándula o fantasía,
como tampoco sabe qué pentagrama pisar,
ni en que canción acampar.

No pidió nacer y, a veces,
quisiera regresar al abismo
del que cree que procede y no recuerda
... pero,
desdeña ese pensamiento y entrada le niega.

En las madrugadas de las mayorías de las lunas
que ya hábilmente explora...
la tercera de su primera persona
despoja toda la calderilla acumulada
de brumas, lañas y erratas.
Sin conciencia, aún dormida, despierta... buscándose
queriéndose hallar apoyada
en la almohada que deplora,
disipando el sueño
y deshaciendo fantasmas;
a sabiendas de que trae del día
y de las horas no trasnochadas
varas de lirios con esquejes de cardos
en oscuras sombras clavadas
que dejan a su corazón desfigurado
tantas veces... que
es un rito obligado
el desbaratar la calígine del crepúsculo y
el desmorir a diario.

Tantas veces sube a la gloria sin pisar peldaño
como tantas desciende a lentos pasos
en suelo rocoso, duro y raso
y en ello... para subsistir,
en notas, como espejo golpeado, se deshace
y en música, con cada una de sus partes,
se torna al instante.

lunes, 18 de agosto de 2014

La despedida...


   Graciela entra en el salón cariacontecida y, sin decir nada, se sienta a los pies de su madre, que lee sentada en su butaca favorita, y apoya la rubia cabeza en su regazo.
La madre aparte el libro que está leyendo y, acariciando el cabello de la niña, pregunta:
   -Qué te ocurre? ¿Por qué traes esa cara?
La niña lanza un hondísimo suspiro, como de persona que carga con un gran dolor, y levantando la cabecita responde:
   -He estado hablando con papá.
   -¿Sobre qué? -vuelve a preguntar su madre.
   -Sobre lo de hablar y jugar con gente que no existe -replica Graciela jugueteando con los flecos de la manta que cubren las piernas de su madre-. Dice que debería dejar de inventar cosas, que ya soy muy mayor para tener amigos imaginarios.
   -¿Y a ti qué te parece? -pregunta su madre apartándole el cabello que le cae sobre la cara.
   -Bueno -Graciela, sin cambiar su triste expresión, se encoge de hombros y se remueve incómoda-, quizás tenga algo de razón pero yo no entiendo qué tiene de malo lo que hago.
   -No tiene nada de malo pero, como te ha dicho papá, a tu edad no es normal seguir con ese tipo de historias y supongo que eso le tiene algo preocupado. Los amigos imaginarios están bien cuando eres pequeño pero a tu edad ya no lo necesitas.
   -Ya... supongo... -replica Graciela que, abrazada a sus rodillas y con la barbilla apoyada en ellas, comienza a balancearse mientras mira la lluvia que tamborilea en la ventana-. Yo no quiero que se vaya, me gusta estar así. En realidad no creo que me lo esté imaginando para nada pero si vosotros insistís...

   Su madre la contempla con el corazón convertido en un pequeño nudo. Graciela debía tomar una decisión muy difícil y ella no podía ayudarla por mucho que quisiera.

   El padre entró en el salón y se sentó en el suelo junto a ella.
   -¿Le has contado a mamá lo que hablamos?. -preguntó en un susurro.
   -Sí -respondió Graciela-, me ha dicho lo mismo que tú.
   -Bien -dijo el padre y ambos guardaron silencio.
   Tras un rato, Graciela suspiró lastimeramente y se giró hacia su padre limpiándose las lágrimas que, desde hacía un rato, corrían silenciosas por sus mejillas.
   -De acuerdo, papá -dijo Graciela lentamente-, tienes razón. Tienes que irte.
   Su padre sonrió con tristeza y, mientras la abrazaba por última vez murmuró en su oído:
   -Estoy muy orgulloso de ti.
   La madre, con lágrimas en los ojos, miraba a su hija que, abrazada a lo que para ella sólo era aire, daba su último adiós y su último beso a un padre que había muerto hacía ya tres largos años.

                                                                                                    Nanny Ogg.





miércoles, 13 de agosto de 2014

Indulgencia...





















Genuina se cierne,
entre claroscuros,
la piel matizada, llagada e ilesa
que aquellas manos laudables,
en sublime fervor de emboscada,
no se aventuraron a pigmentar
de arrebol
e hirsuto quemazón.

Como vestigio de misterio:
mitad averno, mitad cielo,
abdicó él, no sin postular,
aún con bruma por mirada
y por ardiente arteria
rima fiel ensortijada,
en la algarada de aquella
a la que impuso castidad.

Desde la fortuita y sibilina
indulgencia
de la que ya no se espera tregua
en pos del ocaso,
sin revestimiento ni exordio,
consagrándose a la cautela
inane y forzada
del no retornar de algún modo...
quedose, ella, delimitada
como trazo de pólvora que,
en dicha amnistía,
... es sacrificada.


martes, 12 de agosto de 2014

De Rojo...


Hoy voy a ponerme un vestido rojo
ajustada la cintura
desnudo el cuello
suelta la caída...
Sé que no tengo en mi armario nada así
pero hoy he de pintar roja mi boca
aunque solo eso sea...
porque siento
la sangre sublevada en mis labios
mis dedos bailando un merengue
y en la punta de los pies
un ritmo obstinado buscándote...


Irma Pérez.

sábado, 9 de agosto de 2014

Desmemoria...




Aún diviso, sin mirar, 
espaldas frente a frente,
el rastro de su sombra.

-Ya se va-






Tenía que haberle dicho que
el inmenso deseo de que mi voz
se alíe con su aliento
se transforma en una añoranza más,
pero... que
a diferencia de las anteriores,
en ésta,
la fragilidad me ha poseído
en forma de cascada ambulante
e inunda cada una de las letras
de mi cuaderno,
de dos rayas,
con caligrafía de párvula.


Y, también, que
las gaviotas que cada tarde
me avistan
son iconos imparables
que se llevan mis anhelos
a una bahía sin nadie
y en su vacío dejan nada.

¿Nada?
Nada... no.

Depositan mutismo
en el escaso aire...
trocando la playa
en la que sobrevivo
en sal, sangre y brea,
a la intemperie
sin agua, sin brisa, sin arena,
ni hueco en el que guardarme
y que,
como una cicatriz alcoholizada,
eso,
... escuece y arde.

Quería decírselo,
pero no le dije nada.

Mi confesión,
como tantas veces,
hecha un nódulo,
en la memoria,
no estaba presente.


lunes, 4 de agosto de 2014

Dejadez...

He dejado de mirar,
de ver lo cercano,
también lo alejado
y de hacer cábalas.
El cuerpo sigue danzando,
el corazón borboteando.
... Aunque viva la savia,
la mente muerta
no suma cuentas.
Ausencia de palabra
pensada:
vacacional... veraneada.

Se ha de entender que 
el abandono
a la discapacidad es,
también,
un estado del alma.


(Quan menis ho esperem plouram muses...)