Se ha oxidado el éter del reborde del martes;
huele a la viciada humedad de lo enceldado.
El tótem que me embrujaba se rompió en pedazos
pero continúo amando a cada uno de sus gajos.
Le recompongo, trozo a trozo, en un boceto
y el carboncillo de mi lápiz lo pinta añejo.
Mi vista, embocetada... también,
observa conmovida y perpleja
las líneas de su mirada, de su rictus,
de la marcada ironía en la curbatura de sus cejas.
Le doy la vuelta al ropaje del día
extrayéndole el forro y la entretela;
quedando mi rostro cubierto de rugoso lino;
a mi cuerpo, entre misteriosos tules,
lo envuelven flores silvestres y deseosa seda.
Mis ojos visten de... apasionante belleza.
Y mi sentir... es desnudado de cautelas.
(Restauré, cosí y descosí...
pero no me siento satisfecha.)
Gracias por la imagen, graci.
Un abrazo.