Hay veces
en que el sueño me apresa
y el alba me devuelve
convertida en niebla:
mitad transparente,
mitad grisácea.
Toda agua oceánica
en marejada.
Otras veces
el amanecer me sorprende
como bruma, blanca, estancada:
fantasma quieto
que no le impresiona a nada.
Y las más,
las veces más contadas,
son aquellas
en que la noche se pasa,
se pasa el amanecer,
y también el alba se pasa,
derramando letras
desde mi ombligo
hasta mi lengua callada.
Toda yo... palabra.
Palabra amordazada
desbordando al silencio
en la sombra de la madrugada.
Entonces se me antoja
tu boca,
satélite rojo,
atrapándola.
Siendo tú
el único cuenco
capaz de contenerla,
capaz
de darle morada...
aguardando,
al ser cautiva,
se transforme
de muerta y prohibida
a vivida y pronunciada.