viernes, 22 de julio de 2011

Esos pasos...

 

Arrecia la lluvia, se escuchan unos pasos.
Deja muy quieta su respiración para prestar mucha atención... son sus pasos.
De un salto se levanta. Desarruga su pelo y su vestido con las palmas de sus nerviosas manos... excitada, con la ilusión en sus labios.

Busca en la alacena una canción, en sus bolsillos esas palabras que quiere decirle, que le guardaba de antaño y a su mirada asoma el brillo que hace días le faltaba y ya le tenía olvidado.

Los pasos se aproximan, su sonido es más cercano.
Apaga la lámpara y corre a por velas de esas que tienen color de intimidad, olor a inquietud y alumbran a intervalos.
Quiere ir más deprisa y se descalza. Tropieza con una maceta que irreflexivamente salió a su paso.
Las enciende mientras la espera se hace tan palpitante como la llama y su sutil luz esclarece una figura que continúa avanzando.
Entorna la puerta. La lluvia cesó. Un frío viento inunda sus poros; no lo nota. Sí que el sonido de los pasos se hace más claro.
Se acercan, se acercan. Está llegando...

Pero no se detiene en su puerta... pasa de largo.
Le oye silbar; entona una melodía que a ella le sabe a exclusión, a sal, a vino amargo. Cada poco se escucha más lejos, se va distanciando.

Comienza, de nuevo, a caer una copiosa lluvia. No distingue ya la sombra y no se oyen ya los pasos.

Esos pasos...  no eran para ella. Fueron una quimera de algo anhelado y desterrado.

Tiene frío. Sus trémulos pies buscan sus zapatos y vuelve a refugiarse en su raído caparazón; algo parecido a un negro paraguas con  mariposas pintadas entre corinto y cobalto.

Hoy será un día más en el que las horas irán al revés. No apreciará si son de invierno o de verano.