Cada paso de la incertidumbre destruía y erguía
Con ojos faltos de parpadeos contemplaba y no veía.
La ceguera absorbente, anti-inocua,... abatía,
y por querer tenerle algún día cerca... subsistía.
Las crujientes y secas hojas sin otoño le buscaban.
Los rotos y zurcidos atardeceres le esperaban.
Contrayendo, tardíamente, manos y paladar...
los cinco sentidos, menguados, le interpelaban.
El aliento, fatigado, moldeaba el cóncavo secreto
de lo inaccesible en el océano del desencuentro.
Y su rostro ya pálido y acristalado por lo ya no recordado
se dibujaba en la innoble fantasía del holocausto amalgamado.
Sólo quedaron los espacios de una luna derrotada,
el pudo y no fue de un afanado sueño no recorrido,
el instinto de demora de la no espera compensada
y la cómplice y rosada cicatriz, insaturada,
que no llegó a tejerse en aquellos húmedos días.
el pudo y no fue de un afanado sueño no recorrido,
el instinto de demora de la no espera compensada
y la cómplice y rosada cicatriz, insaturada,
que no llegó a tejerse en aquellos húmedos días.