viernes, 23 de septiembre de 2011

El Horizonte y la Luna...



Tiene una sonrisa pícara la Luna;
con el horizonte ha quedado.
No sabe que es un zascandil
y que de la cita se ha olvidado.


Se ha vestido de nácar y de reflejos submarinos.
La muy presumida, sus pestañas se ha teñido.

La noche está clara pero no se divisa el horizonte. Ella sale a su encuentro sin saber dónde buscar al muy tunante.

Se posa en el balcón de la espera apoyándose en la baranda de la paciencia inabarcable.

Su fulgor va desgastando bordando con él, en una duna, su nombre para regalarle.

La saludan: Apus, Carina, Cassiopeia y Tucana.
Scutum se detiene, quiere mantener un diálogo que ella no pretende ni consiente y es esquivado.
A Pyxis le pregunta si está bien situada. A ver si es que no se la ve y es el motivo de la tardanza.

Ya tiene que retirarse.
Horizonte no ha aparecido y con lágrimas se desmaquilla sin saber qué le habrá ocurrido.

En el regreso se cruza con una vibrante cometa que muy sútilmente le comenta que su esperado en su vértice se ha estado columpiando durante toda la noche.

Con una aciaga sonrisa la despide, diciéndole que se alegra y que desea que se repita su buena estrella. Que ella hizo su ronda, como cada jornada y que el cansancio ya la aleja.


Abatida y desencantada, con el ahogo de las olas, su nostalgia en el mar se rompe.
Escondiéndose en su milímetro cuadrado de tristeza donde, con si misma, se zambulle. Y menguándose en el desierto de su destemplanza, eludiendo el evocar, se adormece...  esperando que la sorprenda el atardecer, que no el horizonte, del día siguiente.

Ya, sin certidumbres ni desengaños, para su próxima salida llevará la sonrisa de diario...


Pícara e ingenua,
en qué estarías pensando...
si cuando quedaba contigo
él ya miraba a otra
... por otro lado.