Hoy las lágrimas queman
al rodar por mi cara...
Vendí mi bicicleta,
mi diriario,
tres canicas
y una taba pintada.
Con lo que me dieron
y mi alma de niña,
me fui a buscar
la ruta del agua.
No sabía que no era para mí;
ni que no me la podría llevar
entre mis manos estancada.
Entonces quise ser náufraga
y quedarme entre sus olas
y sus colores de plata.
Tampoco pudo ser:
no era sirena, ni caracola,
ni roca encallada.
Confórmate -me dijeron-
con mirarlo...
desde tu ventana.
Hoy las lágrimas queman
al rodar por mi cara...
No tengo bicicleta,
ni diario,
ni canicas,
ni taba...
Y... No se ve el mar
desde mi ventana.