miércoles, 30 de noviembre de 2011

Discordancia...

Naces con el cuerpo al aire,  con el alma en azul, con la mente vacía, con la médula desnuda de recuerdos.

Con muchos pocos a pocos, pero con prisa... se va vistiendo nuestra osamenta de hematomas, de risas, de aflicciones, de sueños.

Nos vamos forjando con horas, con años, con instantes y momentos.
Galvanizando nuestro armazón con emociones, con fantasías, con quimeras, con tormentos.



Desgastas suelas, suturas heridas.
Kilómetros de cicatrices te acompañan y te hacen pensar que tu senda ya está curtida.

 Y cuando crees que ya lo viviste casi todo caes en la cuenta que es mucho más lo que no hiciste que con lo que te vestiste.
Te das cuenta que navegaste poco, que muchas aguas no las recorriste y que aunque todas no estén al alcance tienes sed de las que no bebiste ni conociste.
Porque nadaste y no llegaste a un puerto.
Porque caminar no es andar y quedarte. Lo mismo que sobrevivir no es vivir.

Notas que sientes cierta tiritera al mirarte un día en un antiguo espejo y ver unos ojos descobijados y opacos:; y dices que es el espejo que está fuera de nivel... Pero no te puedes seguir engañando al tantear  la piel y sentirla despojada, desarropada, sin abrigo... en cueros.

Se cubrió tu cuerpo, pero tu piel... no.

Sí, nacemos contestatarios y transigentes.

¿Cuándo comienza a fraguarse el inconformismo y a generarse la resignación?