Siempre...
es imperfecto mi acento cuando tiemblo.
Entre hipérboles cae el sonido...
de tu nombre.
Sigo asomándome,
despierta y dormida,
-a y en- tus transparentes ojos.
El susurro de una sonrisa nace,
despierta mi alma en el recuerdo intacto,
diario e imperecedero.
Tu presencia no me abandona
aunque tocarte no pueda.
No sé por qué te llamo
si siempre estás...
Pero es que se me escapan
esas dos sílabas
en murmullos, en grito,
en palabra...
Hoy hubiéramos compartido
velas, tarta y risa.
¡Padre!
(Sigo siendo niña, muñeca y "mariquilla"... ¿Me ves?)