Vuelvo al asilo de la la Primavera.
A la calidez de sus primeros rayos,
al hechizo de sus colores
y la textura de sus brazos.
A la calidez de sus primeros rayos,
al hechizo de sus colores
y la textura de sus brazos.
No vengo con más savia,
ni más sabia.
Vuelvo más abollada...
Vuelvo más abollada...
más cansada, más vieja.
Con una losa en el espaldar
que pesa más que el puro Iridio
y mide restos de vida y media.
Y la realidad saltando en añicos
con la comba de la -descreencia-.
Pero vuelvo con la probidad intacta,
la fe... casi entera,
y la raíz y el tallo y los pies
y la raíz y el tallo y los pies
desnudos
para que se empapen
para que se empapen
del olor y de la trama de la hierba.
Vuelvo...
a aguardar la llegada de la Primavera.