A través de un resquicio de nitidez se atisba como va ondulando la tarde hacia su ocaso.
Como se desmenuzan sus luces en sencillos tonos indígenas.
Y como la sombra de mis párpados, al vagar, queda bañada por la penumbra.
Se detienen...
volviendo, de nuevo, al poco... a pestañear,
deambulando -sin pies-;
así como en un no saber en qué lugar sedimentarse,
ni lo que han de esperar al osar posarse,
ni lo que tienen para, a cambio de lo que no les dieren, dar.
Vacilante indecisión...
¡Ojos fascinados que vivís tan nublados como un cerrado temporal!
Negra belleza, divinidad oscura... de una mirada.
-Tu mirada.-
¿Qué vistéis en ella para que os encadenara
hasta perecer aún sin guarecerse el día...?
Quiebra la bruñida noche... tintándoles en, frágil y dúctil, agua.
¡Bruma... tenaz!