Ayer comenzó Diciembre;
se nos pasaron meses y estaciones
tú siempre fuera de mis límites... lejos,
yo siempre fuera de tu atlas, añorándote.
¿Por qué no llegué hasta tu horizonte,
a deshilvanar ese silencio que entretejió el tiempo
dejando a la noche que uniera nuestras ciegas bocas,
y que nuestros verbos volaran juntos,
a la sombra de la aurora,
y que nuestras almas se desnudaran...
libres, confiadas y a solas?
Quizá hubiéramos acallado a los espíritus veloces
de las diez reglas sin dueño...
y la cordura no habría escrito en infiernos,
ni en misterios, ni en tabúes,
ni en las tablas de tantos mandamientos.
En el mañana, si acaso, ya hubiésemos sabido
si peligraron nuestras alas en el descenso
y si se nos llegó a teñir la piel de pecado
después de haber rasgado el cielo.
Te deletrearé, repetidas veces,
escalando verso a verso donde en mi existes
para que la trova de ausencias no sea memoria
y mis yámbicos labios... no te olviden.