Tostada por el sol,
emergiendo entre mariposas pálidas
como cual gitana...
despertó sobresaltada entre sábanas blancas
con su cuerpo envuelto en la camisa azul
que de él recordaba.
Buscando el acorde de un beso
en el pentagrama de la madrugada
sólo la acarició, como la espina a la rosa,
unas letras puntiagudas
en una servilleta de tisú arrugada,
y con su carmín... pintadas:
"Te he querido".
Lo rompió lentamente,
abstraída,
en pequeños trocitos,
casi contándolos,
a modo de despedida.
Y en aquel hotel deshabitado
donde los caminos no llegan
si no son trazados
se quebró el silencio
con un sobrio y apagado llanto
de una silueta inerme y
despoblada.