Casi perfecta,
amiga,
así me has dibujado.
Como depositando mis huellas
en el aire
y el olor de mi perfume
las esquinas,
de cumbres y acantilados,
bañando.
Mas también has sabido
delinear mi zozobra,
aunque de ella
nunca te haya hablado.
Ésa que, a veces,
me bambolea...
cuando la evocación,
archivada en el corazón,
acecha...
acercándome a él,
más allá
de lo que lo harían
mis presurosos
y tambaleantes
pasos.
A él...
labrador de recelos
y porfías;
de sombras, albores
y anhelos desbaratados.
Anhelos
que no llegué a saber si existían,
si los añoraba o soñaba
o si los tenía olvidados.
Olvidados...
y, no sé para qué,
hallados.
Él. El que me sorprende
pegándose a mi talle,
royendo la lucidez,
viviendo de intangencias
abotonadas a mis manos.
Y esa tristeza antigua
que siempre a mis ojos asoma,
que sólo casi ningunos ven,
que sólo unos pocos notan,
y que sólo su alma roza...
se vuelve
dulce licor acerbo
destilado de hiel
provocado en lluvia
y no, propiamente, del cielo
arrojado.
Shhh!
Tranquila.
Amiga.
No me digas nada.
Vuelvo a mi piel.
Retorno al marco.
Otra vez soy retrato.
*Puedes seguir observándome y cuidándome, y... desde tu ventana continuar siguiéndome los pasos.
**Me obligué a escribir y compartir lo que en estos Instantes me rondaba... por complacer a esa querida amiga que, sin olvidarme de ella, no recordé y se me pasó el día de su cumpleaños.
Felicidades... (un par de días después)