viernes, 13 de junio de 2014

De nadie...
























¿Cómo no percibí, antes, el acre olor a felonía?

Se destrabó la pared
del obcecamiento
y sin fugarme
atravesé su muro.
Deserté de las murmuraciones
enunciadas a murmullos
que, sin dejarme inmune,
no me atañían en absoluto.

Me sentí grácil,
casi etérea,
sin pesadumbre;
libre de otros
...muy de mí.
El bosque, tan solo, mi dueño,
yo, de él, el espíritu.
Mas...
tanta atmósfera condensada,
vorágine sofocante,
a mis diminutos pulmones
los enajenaba.

Retorné no sé a dónde,
aún no tengo constancia.
Ni me pertenezco, ni soy de nadie.
¿No echaré raíces en ningún sitio?
-pensé-
recorriendo el sendero
del suspiro
al escalofrío
en una décima de segundo.