martes, 8 de julio de 2014

Así fue...




Pasaba por aquí,
con rumbo recto y fijo;
mas el timón,
capitán del destino,
viró sin previo aviso
haciendo un giro singular.

Encallé en tu prohibida morada
con mi piano de cola
atado
a las cuerdas de mi guitarra,
y la mirada,
por enredarse con la tuya,
en lo desconcertante del azar,
arrebolada.


Pensándotelo un instante,
con todo mi equipaje,
me asilaste en tu particular hábitat,
consintiéndome
a los rincones de su universo
trastocar
y a las esquinas, y a tu flequillo,
desorganizar.

¡Qué de acordes vibraron en tan escasas jornadas!

Pasaba por aquí y me quedé.

                                    Así fue...

Pero... las gaviotas, 
tan errantes ellas,
emprendieron vuelo
tirando de mis hilos
hacía un epicentro de mares
poco intrincados,
más sobrios,
menos intensos...
donde las olas
no me salpicaban por encima de la rodilla
y las algas no me provocaban
en el estómago cosquillas.

-Por allí nado ahora
como carpa en una pecera
aunque el oxigeno, 
a veces,
se niegue a insuflar
brisa
en mis venas.-

Tal vez... vuelva a naufragar,
alguna vez,
en tu mismo estanque,
mas, tal vez,
ya no serás aquél astro de fuego,
templado y magnánimo,
que allí encontré
aquella insólita tarde.

Yo, en mi cascarón viajero,
tal vez, sí sea... ya, 
luna rota
en la penumbra recostada,
y... puede que 
de mi lado oculto
sólo germinen telarañas
incapaces de tejer
en lo oscuro de tu lado
otra escala musical que no sea
el séptimo suspiro de un tango ebrio
y el quinto del preludio
de un blues inacabado
que quizá sean prendidos,
al ritmo, suave, de una bossa nova
en lo fugaz del abordaje
de nuestra común historia.