martes, 21 de junio de 2011

Nada nuevo...




  Amanecía la noche al norte de la Luna.


Él_Ella, Ella_Él.
Llovía.
A él le llovían búsquedas de argumentos fallidos; a ella, a ella... ¿qué?. Quizá le llovían tantos motivos...
A ella le martilleaban las tempranas y fatídicas dudas, a él las agudas y concretas certidumbres de lo anhelado.
Desde distintas, ajenas y distantes orillas comenzaron a nadar en un mismo río.
Río o mar, mar o río... tanto daba.
Desembocaron en una pantalla de cálidas aguas. Eran náufragos de claroscuros abismos.
El sordo y no lejano murmullo de un faro, les reclama. No se percataban.
Sólo las voces de sus ojos, al encontrarse, escuchaban.
- Llueve tórridamente, dijo ella; deja que llueva, contestó él.-
Torpemente se iban el uno al otro acercando.
Sus sombras se encontraron; sus bocas tropezaron y fundiendo alientos sus vientres se buscaron.
Tiempo y razón, sin razón en el tiempo, se despoblaron.
El horario lo marcaban los latidos, las gotas de lluvía los suspiros y en sus cuerpos ardían los alfileres de un pasado frío.
A escondidas del mudo miedo trenzaron cielo e infierno... deshojando sudores y lágrimas entre medrada hojarasca... rebrotaban.
En sus pieles las preguntas, en sus manos las palabras y las respuestas en sus ígneas miradas.
La luna entre envidiosa y cómplice con un manto de fantasía y tormento, sus oscilaciones, arropaba.
Tintaron las olas de nada nuevo ni inéditado, nada que anteriormente no hubiera pasado.
Sin embargo... ni extras ni protagonistas, jamás, los igualaron.
Ella no se sintió infiel, ni lo imaginó... Él no se lo permitió.
El separarse sin ninguna, ni tan siquiera falsa, promesa fue tonada de triste canción.
Ella no quería que el alba cesara; "esto no es perpetuo", él pensó.

Los días marcaron lentitud desde aquella única vez. Ni en río ni en mar se volvieron a ver.
Él de desencuentro se vistió y ella, dejando de maquillar ausencias, de humo se disfrazó...


Ella, durante eternos días a su recuerdo le llevó... queriéndole como nadie y más que a nadie le vivió.
A él tan poco le importó que ni cuenta se dio en qué momento, y para siempre, la perdió.
Por jugar con agua el sueño se ahogó.



Él va buscando en otras fuentes lo que su sed, en aquel momento, le recaló.

Aún así, ella continuó soñando que al sur del deseo, por él, en Noviembre y ya oscureciendo... amanecía el sol.