lunes, 12 de marzo de 2012

Tenacidad...

En el otro extremo de esta cumbre, al final de la ladera... huele a atardecer, a tierra mojada, a heno fresco, a tomillo, a azahar.
 
Como si fuera Otoño, la pizarra de los tejados brilla por la humedad.
 
Las hojas no están secas, ni existe la niebla, ni el pesar de la oquedad.
 
Hay un albergue que siempre tiene agua fresca y tierno pan.  
 
La única contraseña que te piden para entrar es una sonrisa, aunque sea triste... al llegar.
 
Ir hasta allí es un laberinto.
La senda está empedrada y a cada paso hay alti-bajos que obligan a retroceder o parar.
 
Si pudiera alcanzar, al menos, la orilla de ese río que atraviesa el camino... adelantaría un gran trecho al permitirme nadar.
 
¡Condenados tacones de aguja!... Me hacen bambolear.
 
Me descalzo... los cantos hacen contienda con las desnudas plantas de mi pies, clavetean quemando mis dedos, y el cuerpo se me comienza a tambalear.
 
De momento... desisto.
 
No consentiré que se lastime mi piel de mujer imperecedera, ni me ahogaré en el río... ni en los vestigios del fuego me achicharraré.
 
Volveré a intentarlo con el calzado adecuado.
 
No me va en ello la vida, ni tampoco la muerte... pero llegaré.
 
 
                                                                               ¿Me acompañas?