Nació sin gestar
por no ser esperado.
Apasionadamente suplicó,
sin ser escuchado.
Buscó remos para navegar,
estando el Océano desecado.
Intentó volar, como Ícaro,
sin existir un aeródromo.
Ofreció lo que tuvo
sin que le dieran alojo.
Sólo quiso un único refugio,
pero no se lo brindaron cálido.
Cuando más alto estaba el sol
expiró, en lontananza, solo.
El silencio quedó llorando a su silencio.
Campanas tañen, luctuosas:
partida, evanescencia y malogro.