No percibo olor, ni palpo espina.
No escucho el bramido del viento,
ni el run-run del mar.
Y mi mirada no capta
los tonos añil del paisaje que,
destellantes,
yacen en el lado tranquilo de la tarde.
Han sido lacrados
mis cinco sentidos,
uno a uno,
candados
de sombras rígidas.
Mas, a solas en el silencio,
con el sexto,
con ese terco sentido,
amigo,
estoy viviendo en tus ojos
... sin salir de los míos.