quedándome a solas, en silencio, a oscuras,
pero siempre hay alguna que por no tener cerrojo,
me lleva a escondidas, por doquier, a su antojo.
Con atisbo de luz parten afanosas ilusiones,
los ojos ya cansinos no quieren ni mirar.
¿Cuántas veces me levanté entre ruinas
cayéndome de nuevo, dejando de soñar?
Ardiendo el horizonte ya no me conmueve,
la memoria temblorosa del mar se esfumará.
Las rosas de la tarde se esparcirán en vano,
la caricia perdida ya nunca volverá.
La lluvia generosa bruñida de esperanzas,
ávida, piadosa, no calmará mi sed.
La luna somnolienta sobre el suelo dispersa
me regalará el paisaje que ya no quiero ver.
Dora Forletti.